PASO 1 – Afrontar el problema
Restaurar los daños emocionales que nos produjo el abuso en nuestra niñez no es fácil, se toma su tiempo, pero como todas las cosas de la vida, las buenas, hay que esforzarse un poco para conseguirlas, yo desde aquí, os propongo una serie de pasos, que otros han dado antes, que yo misma tuve que dar en un momento de mi vida, que nos pueden servir de guía en el proceso de «reparación» del corazón y el alma, de nuestras emociones.
Jan Frank, autora de Puertas de Esperanza,1 menciona 10 pasos que vamos a ir viendo, poco a poco, que iremos trabajando. No os preocupéis por el tiempo, el ritmo de avance, cada persona tiene su propia dinámica de trabajo, no todos podemos ir al mismo compás, lo importante es que cada uno avance y vaya «reconstruyendo» lo que fue derribado, que sane las heridas que aún duelen y sangran, o aquellas otras que de endurecidas tienen esa «costra» emocional que habrá que ir retirando paulatinamente. ¿Dolerá? Sí, no os voy a engañar, pero es que ¿acaso no duele ya, y desde hace mucho tiempo? Alguien dijo «el dolor no resuelto adecuadamente, distorsiona la capacidad de vivir en libertad». Por mucho tiempo has sufrido y callado tu dolor, tu vergüenza, tu culpa, tu rabia, ya es tiempo de sacar todo eso y de hacerlo de manera positiva, no para seguir acumulando, sino para sanidad.
Paso 1 – Afrontar El Problema
En todas las situaciones difíciles de la vida, el primer paso hacia la solución es AFRONTAR la dificultad, el problema, la herida infectada que aún no está curada. Para ello os propongo primero un ejercicio de imaginación con la siguiente historia:
«La planta estrangulada»
Imagina un filodendro, una hermosa planta de interior, de hojas grandes y verdes, muy decorativa y resistente, esta planta debe ser trasplantada de tanto en tanto a una maceta más grande para evitar que las raíces se estrangulen. Este problema no se puede ver desde el exterior, es algo que sucede bajo la superficie, una planta puede estar «estrangulada» durante mucho tiempo antes que uno pueda ver lo que algo va mal. Sin embargo, después de un tiempo las hojas comenzarán a volverse marrones, la tierra se endurecerá y la planta empezará a oler a podrido. A la larga las hojas se caerán y esa hermosa y bella planta verde perderá toda su energía vital. Algunos aficionados a las plantas, al ver tal situación pueden aconsejarte, con buena intención, «Sigue regando tu filodendro. Ponla al sol un poco más. Cámbiala de sitio. Háblale. Hazla escuchar música suave…. Volverá a la vida dentro de nada y los síntomas desaparecerán.
Sin embargo, un jardinero entendido te dirá algo distinto «debes cambiarla a una maceta más grande», pero eso no será suficiente, tendrás que examinar la planta, separar las raíces, añadir nueva tierra, quizá arrancar o podar algunas hojas. Ese proceso para la planta es una experiencia «dolorosa» y a veces, al seguir esos pasos, podemos verla un poco adormecida, como que no sucede nada. Pero después de un tiempo de atención y cuidado veremos el resultado, volverá a ser un filodendro verde y sano, incluso más bello que antes. Ignorar la situación de la planta no servirá, sólo la llevará, con el tiempo, a morir.
Si hemos sido víctimas de abuso sexual, emocional o físico, nuestra situación puede ser muy parecida a la del filodendro estrangulado. Se puede seguir por años sin manifestar ningún síntoma visible, pero con el tiempo aparecerán problemas que se pueden manifestar en forma de depresión, ira, dificultades en tu matrimonio, jaquecas, ansiedad, trastornos alimentarios…. David Seamands en su libro «Curación de los recuerdos» dice lo siguiente:
Cuando no se ha hecho frente a los recuerdos dolorosos y no han sido curados e integrados a la vida, con frecuencia rompen las defensas e interfieren en la vida normal de la persona.
David Seamands
Las personas víctimas de abuso pueden necesitar en muchas ocasiones desenterrar el pasado, es algo que recomiendo hacer con la ayuda de una persona de confianza o algún terapeuta cualificado. Habrá que empezar a examinar el pasado y trabajar con cuidado y a fondo con lo ocurrido. Frecuentemente es un proceso doloroso, pero el apoyo e interés de alguna figura de ayuda permitirá que poco a poco la vida sea más plena y sana.
Tipología de las víctimas de abuso
Jan, la autora antes mencionada, nos indica tres categorías de víctimas: reprimidas, suprimidas y oprimidas.
1. La víctima reprimida.
Suele ser una persona que no es consciente de que ha sufrido una situación de abuso en su infancia. Ha bloqueado el recuerdo debido al trauma experimentado, lo cual no impide que experimente los mismos síntomas que quien lo tiene fresco en su memoria. A menudo se sienten deprimidos, tienen tendencias de suicidio, padecen dolores físicos inexplicables, presentan niveles de ansiedad elevados, problemas de sueño, ira reprimida, problemas en las relaciones interpersonales, etc.
2. La víctima suprimida.
Esta suele ser consciente de un incidente o incidentes en su vida, pero ha suprimido el recuerdo, creyendo que tiene poca importancia en la actualidad . Puede tener problemas en su relación de pareja, especialmente en la intimidad sexual, baja autoestima….
3. La víctima oprimida.
Se acuerda del pasado e identifica adecuadamente el trauma, pero piensa que lo ha resuelto, es consciente de los daños sufridos, pero cree que ahora ya no tiene ningún dolor.
¿Cómo está tu sistema de raíces?
Para afrontar el problema hay que mirar nuestra vida honestamente, la idea no es degradarse a uno mismo, ni sentirnos culpables, sino evaluar la verdad de lo sucedido. A veces, antes de llegar a este punto se ha llevado una vida de disimulo, dando una falsa imagen de confianza y seguridad en presencia de otros, pero por dentro lo que se vive es inseguridad, enfado… Una forma de comprobar si hay algo sin resolver en lo profundo de nuestro ser es contrastar como soy con los que me rodean y como pienso y siento en mi interior.
1. Depresión.
Puede ser leve y periódica o severa y continuada (dura muchos meses). Para algunas víctimas la depresión puede llegar a ser un estilo de vida, que en ocasiones se manifiesta como carácter irritable. Estos sentimientos pueden ir y venir. Cualquier cosa la puede disparar; un artículo en un periódico, un documental o película en TV, una conversación telefónica, una determinada época del año (navidad).
La depresión se puede experimentar como un estado de desesperación, porque en la infancia y ante la situación de abuso nos pudimos sentir atrapados y sin ayuda (indefensión aprendida), no pudimos expresar nuestra ira y confusión al ser forzados. Por ello hemos llevado mucho tiempo, dentro de nosotros, una clase de ira interiorizada, que se convirtió en depresión como mecanismo de supervivencia. Hasta que una víctima no afronta el problema que subyace a la depresión el cambio puede no ocurrir nunca, y en caso de afrontarlo como tal, las pautas de cambio requerirán bastante tiempo, pues se han instalado en nuestra vida como patrones de conducta bien asentados.
2. Ira.
La ira que experimentan las víctimas de abuso está generalmente mal dirigida. Muchas incluso niegan su existencia, pero se enfadan con cualquier hecho (un conductor que realice un mal adelantamiento, el llanto de un niño, etc. Hay que llegar a la raíz de esta ira, que a menudo es contra alguien cercano que no supo o no quiso defendernos del abuso (un padre, una madre, un hermano…) En términos psicológicos podemos llamarlo ira desplazada, se dirige a alguien que no está en la raíz original. Seamands dice que «el tiempo por sí mismo no puede curar los recuerdos tan penosos, esas experiencias que tras 10 o 20 años siguen tan vivaces y dolorosas como lo eran 10 o 20 minutos después de que ocurriese el abuso». La ira interior empieza como una tetera con agua hirviendo. Cuando ya somos adultos la tetera sigue hirviendo vigorosamente y el vapor y el agua salen sin control. Al afrontar el problema, se comienza a identificar aquella ira y dirigirla hacia su raíz.
3. Temor/ansiedad.
¿Eres una persona que sin avión podemos temer que se estrelle y muramos. Ante un dolor continuo podemos pensar en un tumor maligno, etc. Las fobias son muy comunes en víctimas de abuso, algunos no pueden subir en ascensor, o entrar en algún lugar cerrado. Otros reaccionan con ataques de ansiedad en situaciones tensas o problemáticas. El temor experimentado puede ser intimidación, como en aquel momento de la niñez en que nos sentíamos con deseos de retroceder ante nuestro agresor. El sentimiento de desesperación de entonces, de rechazo y temor sale a la superficie y causa intensa ansiedad, aún después de muchísimos años del abuso recibido.
4. Culpabilidad/vergüenza.
La culpabilidad experimentada por algunas víctimas en realidad es falsa, se produce al asumir una parte de responsabilidad en el abuso y por ello se carga con esa culpa durante años. Algunas se muestran avergonzadas por lo sucedido. Nos sentimos culpables de que un día soleado se nuble, que falle la TV, que se nos estropee una comida…. Hasta de los errores de los demás, llevamos la culpa de la familia y de todo el mundo sobre nuestros hombros. Puede suceder que la víctima muestre una personalidad totalmente opuesta a la culpa. Entonces se pasa a controlar a todos los que conviven con nosotros, negando toda responsabilidad y culpabilizando a todos los demás, sin responsabilizarse nunca de nada. Esa culpa puede venir del propio agresor, que nos hizo creer que «le estábamos provocando….»
5. Dificultad en establecer relaciones.
Para la mayoría de víctimas la dificultad en esta área parte de una falta de confianza. Son incapaces de permitir a otras personas acercarse demasiado, intimar. Al mismo tiempo, tienen una profunda necesidad de estar asociados íntimamente a otros. No es extraño, que ante esta necesidad de amistad, las propias víctimas actúen como saboteadores de esas posibles relaciones. Tanto víctimas casadas como solteras pasan por esta situación. Si es este tu caso, no desesperes, podrás superarlo si estás dispuesto/a a trabajar a fondo con ese pasado.
6. Abuso repetido.
Es un síntoma común entre todo tipo de víctimas. Algunas personas se encuentran en situaciones de abuso durante muchos años después del primer incidente. Pueden ser forzadas en el trabajo ( abuso verbal o emocional), en una relación ( física, verbal o psicológicamente) o en su mismo matrimonio. Por otro lado es bastante alto el porcentaje de víctimas de abuso que tuvieron padres o madres, generalmente, que habían sufrido ellos mismos algún tipo de abuso, con lo que son situaciones que se van transmitiendo en las familias, a no ser que alguien, en algún momento, como estás haciendo tú ahora ponga un «hasta aquí», pues al sanar tu propia vida podrás traer sanidad a tus hijos y a los hijos de tus hijos, pues llegará el día que compartas tu historia con ellos y puedas darle pistas y ayuda para que ellos no tengan que pasar por eso ( sobre todo enseñándoles a decir NO a ciertas conductas), podrás dotarle de los recursos que ahora estás adquiriendo y transmitir seguridad y fortaleza.
7. Represión y control excesivo de emociones.
¿eres una persona a la que le cuesta expresar sus sentimientos? Las personas represoras son las más difíciles de ayudar en estos casos, pues no se abren a compartir ni a expresar sus emociones. Son personas que parecen tener todo bajo control. Muestran una confianza que no es tan real como aparentan, son generalmente bastante independientes, hasta el punto de en algunos casos vivir aislados, y esconder tanto sus sentimientos que parecen personas insensibles, que no se dejan afectar por nada que tenga que ver con emociones. Es difícil ayudar a este tipo de personas, principalmente, porque no reconocen que tienen problemas. ¿Por qué sucede esto? ¿Cuál puede ser el origen? Cuando el abuso se produce en la infancia, a una edad en que no se pueden expresar con entendimiento las cosas que están sucediendo, en muchos casos se «elige subconscientemente» no hablar sobre ello para poder sobrevivir. Ese incidente traumático en nuestra infancia o adolescencia dispara infinidad de emociones que en su mayor parte nunca fueron expresadas, sino aplastadas y suprimidas por años. Este mecanismo de defensa nos ayudó a tratar con el intenso dolor emocional que nos produjo el abuso. Aprendimos a «apagar» la emoción relacionada con el incidente. Cada vez que empezabas a sentirla quizá te enfocabas a otra cosa más placentera, y así, al pasar los años, aprendiste que era una manera eficaz de tratar con esas emociones no deseadas. Aprendimos a «cortocircuitar» nuestras emociones negativas, de miedo, ansiedad… y a no enfrentarnos a ellas. Quizá en algún momento dijiste » nunca permitiré a nadie aprovecharse de mí otra vez», y a partir de ahí nació una persona controladora, que lo único que desea en la vida es que nada se salga de su lugar, desarrollando tal vez una personalidad dominante. Tranquilo hay solución. Sigamos.
8. Problemas sexuales en el matrimonio.
No hay víctimas de abuso que no hayan experimentado problemas o dificultades en el área sexual, es común que la herida infligida en el pasado se manifieste en la intimidad, es semejante a esas imágenes de guerra que re-experimentan una y otra vez los veteranos de guerra, en lo que se denomina estrés postraumático. Una situación de intimidad sexual evoca esas otras imágenes del pasado y las reacciones pueden dar a entender a la pareja que no hay sentimientos o que es desinterés en la relación. En este caso hay que comentar a los esposos/as o parejas de las víctimas que en esas situaciones traten de entender que no son ellos, sino lo que la situación representa. Por otro lado no es infrecuente, cuando el abuso conlleva estimulación de las zonas erógenas que el niño/a experimente el placer para el que el cuerpo ha sido preparado, lo cual incrementa la culpabilidad de la víctima que al «sentirse bien» cree que está «colaborando». Todo ello se traduce en querer «apagar» ese mecanismo de respuesta sexual, con lo cual después se producen esos problemas de ajuste y de respuesta ante la relación íntima con la pareja.
9. Baja autoestima.
Es uno de los síntomas habituales y que sufre la mayoría de las víctimas. La autoestima, es decir, el valor que la persona se confiere como tal, así como la autoimagen ( cómo se ve uno a sí mismo)se van formando desde la niñez a través de los mensajes que recibimos de los demás, de nuestros padres, hermanos, de los iguales en el ámbito escolar, amigos, etc…. Todos hemos dicho alguna vez » que niño/a tan gracioso…tan revoltoso…. Tan vago……tan inútil…….tan educado…. Cada uno de esos comentarios imprime una marca positiva o negativa en el menor y éste se va conformando a una imagen que otros le dan sobre sí. Todos nos hemos hecho una idea de lo que somos, por los mensajes que nos envían los que están en nuestro contexto próximo (familia, trabajo, etc) Cuando se produce un abuso la imagen de la víctima se distorsiona y comienza a pensar sobre sí misma que es malo/a, que es culpable porque experimenta placer, con lo que a la vez se siente sucio, se va desvalorizando y va entrando en el pensamiento equivocado de que «las cosas malas le suceden a las personas malas», por tanto lo que le ha pasado tal vez lo tiene merecido. Esa autoestima/autoimagen se verá o no potenciada, en un sentido u otro, es decir, positivo o negativo, en base a lo que se recibe en el ámbito doméstico-familiar. Las víctimas que dentro de su hogar han encontrado una buena armonía, y han sido estimulados positivamente hacia sus logros y valorados por ellos tienen mejor pronóstico que aquellas que en el contexto familiar hayan podido verse infravalorados e incluso maltratados verbal o físicamente.
¿Te concentras en tus fracasos más que en tus éxitos? ¿Frecuentemente eres una persona escéptica y/o cínica o negativa? ¿Pareces egoísta e introspectivo a otros? En general las víctimas de abuso no se sienten bien consigo mismas, incluso aquellos que parecen confiados y con las cosas bajo control pueden padecer de baja autoestima. Muchos tienen problemas para aceptar las críticas y se ponen constantemente a la defensiva. Otros se muestras siempre complacientes, aceptando lo que les ofrecen e incapaces de defenderse, rechazan cualquier cosa positiva dicha de ellos (elogios, cumplidos), la razón es que las palabras positivas de los demás no encajan con la imagen que tenemos de nosotros mismos, así que las invalidamos con cualquier comentario negativo sobre nosotros.
He comentado anteriormente que la familia es muy importante en el desarrollo de la autoimagen y la autoestima de un niño. A menudo se encuentra que en familias donde se producen abusos existen otro tipo de disfunciones, como malas relaciones o rupturas entre los padres que se transmiten a los hijos, creando en ellos inseguridad y carencias afectivas, terreno propicio para que venga el agresor y quiera «proporcionar» al niño ese cuidado amoroso del que le ve falto. Sin embargo, familias unidas y fuertes contribuyen a una mejor recuperación y a una autoestima más positiva a pesar del incidente.
La autoimagen y autoestima de una persona está en la base de esa persona. Cuando ésta sufre un trauma o un desarrollo inadecuado, se manifiesta en muchas áreas. Imagina el cimiento de una casa. Si alguien viene y explota (daña, abre brechas) ese cimiento sin el consentimiento o conocimiento de los constructores, tendrá un efecto dramático en la estructura. Lo que se continúe edificando está destinado a desmoronarse en cualquier momento posterior. Cuando la víctima de abuso intenta construir su personalidad y carácter sobre ese cimiento defectuoso, a la larga las señales del daño aparecerán y deberá volver al cimiento para restaurarlo, entonces podrá seguir después con el resto de la estructura.
Síntomas adicionales
Los nueve síntomas anteriores cubren la mayoría de secuelas que presenta un trauma de estas características, pero en ocasiones hay muchos síntomas físicos que se pueden encontrar asociados, por otra parte los nueve descritos no conforman una lista exhaustiva, otros autores pueden mencionar algunos más.
Entre los síntomas físicos el dolor de origen desconocido es uno de los más habituales, se manifiesta en forma de jaquecas, afecciones digestivas, dolores musculares (contracturas). También se producen trastornos alimentarios como anorexia (dejar de comer voluntariamente) o bulimia (atracones de comida seguidos de vómitos). La obesidad y hábitos alimenticios no controlados son sintomáticos también. Trastornos del sueño como insomnio, sueño excesivo, pesadillas e imágenes del pasado, son bastante comunes. El bloqueo de recuerdos sobre el incidente y lapsos de memoria sobre un periodo largo de la infancia (recuerdos reprimidos), son frecuentes también.
Los adolescentes, víctimas de abuso, pueden presentar conductas de promiscuidad, huidas de casa, elección de malos amigos, abusos de droga y alcohol y una rebeldía general.
Algunas estadísticas muestran que un alto porcentaje de delincuentes y de prostitutas han sufrido abusos en la infancia. ¿Por qué se da esa conducta de promiscuidad si han sido traumatizados/as por un abuso sexual? Las víctimas parecen responder de tres maneras:
- Se retiran completamente y no tienen deseo alguno en participar en cualquier relación sexual, incluso dentro del matrimonio.
- Tienen intimidad con cualquier persona que seles cruce en el camino antes del matrimonio y después de casarse tienen frecuentes aventuras.
- Responden de manera errática entre las dos primeras (mostrar una conducta sensible y seductora en unas ocasiones y apatía y desinterés en otras).
La clave para entender esto está en la relación que el abusado hace entre amor y sexo, en muchas ocasiones emparejan los dos de manera que para sentirse amados/as y queridos/as han de participar primero en un acto sexual. Lo que contribuye a una perspectiva distorsionada tanto del amor como del sexo. Las víctimas a menudo se ven como objetos y no como personas. Detrás de una conducta promiscua también podría esconderse un deseo de venganza, es como si la víctima quisiera ofrecerse a todos menos al agresor.Características de personalidad como ser excesivamente perfeccionista y/o rígido, un espíritu crítico, una incapacidad de someterse a la autoridad y ciertas conductas manipulativas, son todas posibles manifestaciones de un pasado de abuso.
Analiza tu condición
Al considerar todo lo anterior (síntomas) no llegues a conclusiones rápidas. Si ves a una mujer obesa en la esquina de una calle no pienses que fue víctima de abuso en la infancia. Ni a un adolescente desobediente le pongas el mismo sello. No son aislados, sino en combinación que los diferentes síntomas son indicativos de un abuso en la infancia.
¿Experimentas frecuentes episodios de depresión?
¿Estás irracionalmente enfadado/a con tu esposo/a y/o con tus hijos?
¿Te sientes intimidado/a en presencia de algunos miembros de tu familia?
¿Te sientes avergonzado/a o intensamente culpable cuando no cumples tus expectativas?
¿Te ha sido siempre difícil acercarte emocionalmente a otras personas, o que éstas se acerquen a ti?
¿Te sientes forzado/a repetidamente por otros que imponen sus demandas sobre ti?
¿Eres incapaz de llorar o sientes la necesidad de controlarlo todo y a todos en tu vida?
¿Disfrutas tus relaciones íntimas dentro del matrimonio o te «arrugas» ante un mero recuerdo?
¿Puedes aceptar un cumplido amablemente o rechazas cualquier comentario positivo sobre ti?
Si has contestado afirmativamente a la mayoría de las preguntas, repasa de nuevo los síntomas y busca consejería con un profesional del tema. No estás solo/a en esto. Comparte tus sentimientos y no temas afrontar el problema, igual que en la ilustración que hemos visto de la planta estrangulada, esos sentimientos bajo la superficie no van a salir o desaparecer solos. Pero desenterrando el pasado y enfrentándolo podremos buscar ayuda en el presente y experimentar sanidad para el futuro. En ocasiones el proceso será doloroso, pero no pierdas la esperanza.
Adaptación del libro «Puerta De Esperanza» de Jan Frank, elaborada por Mari Carmen Lara Rébola, psicóloga y superviviente. ↩