PASO 7 – Confrontar al agresor
Desde el punto de vista de la víctima de abuso, confrontar al agresor es uno de los más difíciles de los diez pasos. Cuando el profesional propone esto, a menudo se encuentra con caras desencajadas y miles de respuestas contrarias: «De ninguna manera podría hacerlo», «Lo hice una vez y no funcionó», «¿qué bien puede hacerme esto?»
Vamos a hablar en este paso sobre qué es la confrontación, ¿por qué es necesaria?, ¿a quién hay que confrontar?,
¿Cuándo se debe confrontar?, ¿Qué debe incluir la confrontación?, ¿cómo se puede conseguir? Y si siempre que se confronta se consigue que funcione.
Cada situación es individual, por eso se recomienda hacer esto bajo la supervisión de un terapeuta personal o de una persona entendida y de confianza. Una confrontación prematura puede ser devastadora y contraproducente para la víctima.
¿Qué es la confrontación?
Según el diccionario: «Poner una cosa o persona frente a otra para averiguar la verdad o falsedad de ambas: confrontar la copia de un cuadro con el original; confrontar la declaración del testigo con la del acusado.
A veces imaginamos la confrontación como una auténtica pelea que puede incluir abuso verbal y hasta violencia física, pero nada más lejos de lo que se pretende, es hablar cara a cara con la persona que nos dañó para que admita su responsabilidad en lo que pasó y darle la oportunidad de que rectifique delante nuestra y nos pida perdón. Hay que tener presente que cuando se confronta a un agresor dentro de la familia la víctima solo asume su parte de la responsabilidad, no debe asumir nunca la reacción que tenga el agresor en ese momento ni en el futuro.
La confrontación no se recomienda para víctimas menores de edad ni para aquellas que tienen a sus agresores fuera de la familia, si cuando las víctimas sean adultas llega una ocasión en que se encuentran con el agresor y desean confrontarlo, será una decisión del todo personal.
Por tanto se deja bien claro que la confrontación con el agresor se recomienda siempre en los casos en que agresor y víctima están dentro de la familia inmediata (padres o hermanos) o extendida (abuelos, tíos, primos), pues se trata de buscar una cierta armonía en las relaciones familiares, si es ésta posible, hay que tener en cuenta que cada caso es específico y habrá que sopesar distintos elementos. Tengamos cuidado para no generalizar ningún método.
¿Por qué es necesaria la confrontación?
En el paso 4 vimos que es muy importante establecer las responsabilidades, la confrontación va un paso más allá de esto. Capacita a la víctima para tomar la carga de la responsabilidad y ponerla en las manos legítimas del agresor y de cualquier otro cómplice del abuso, lo cual permite a la víctima dejas de llevar una carga que en realidad nunca ha sido suya, de esta manera, ahora, se hace cargo de su responsabilidad únicamente.
La confrontación es un medio para romper también el patrón incestuoso dentro de la familia, cara. En algunas ocasiones no confrontar a un agresor dentro de la familia nos convierte en cómplices indirectos del abuso, pues el agresor sigue impune para seguir abusando de otros miembros de la familia (padres que abusaron de sus hijos y después prosiguen con los nietos), por tanto, hay que romper la cadena.
Por supuesto entendemos que no es una tarea agradable, en ocasiones producirá consecuencias desagradables para el agresor, pero eso no debe motivar a la víctima a evitarla o a sentirse responsable de las consecuencias producidas en la confrontación.
¿A quién hay que confrontar?
Está claro que al agresor, pero también a las personas que han contribuido, es decir, a los cómplices. Ya comentamos esto en un momento anterior, hay que dejar claro que algunos cómplices se convierten en tales no tanto por lo que han hecho sino por lo que dejaron de hacer (proteger a la victima), esto se hace especialmente patente en el caso de las madres que de alguna manera han sabido que sus esposos han estado abusando de sus hijos o hijastros. Se ha encontrado que un porcentaje alto de estas madres fueron víctimas de abuso en su infancia, no afrontaron la realidad y simplemente lo negaron, por su incapacidad para afrontar su propio abuso y el hábito adquirido de negar en vez de afrontar, les resulta demasiado doloroso y les produce demasiada culpabilidad reconocer el abuso de sus hijos.
Además algunas madres pueden encontrarse intimidadas por el daño físico o emocional o la inseguridad económica, y por lo tanto ignoran los síntomas o acusaciones de la víctima, manteniendo la situación y continuidad del abuso.
En el fondo de una relación incestuosa hay una ruptura de la relación matrimonial previa. La habilidad de comunicación en la pareja es mínima y generalmente uno domina sobre otro.
Muchos agresores fueron víctimas en su infancia y a menudo se casan con mujeres que también lo fueron, de esta manera nos damos cuenta del círculo vicioso que hay detrás de un abuso sexual no confrontado. El agresor, generalmente se caracteriza por tener una baja autoestima y una falta de control de impulsos. Puede ser un hombre dominante, autoritario y rígido que protege excesivamente a sus hijos o, tal vez, un hombre débil y pasivo que vive bajo la sombra de una esposa dominante. Es importante darse cuenta de que no es ningún hombre sucio y viejo que está acechando en alguna esquina de cualquier calle, pues generalmente es un hombre con un alto grado de inteligencia e incluso puede llegar a ser un pilar dentro de su comunidad (médicos, policías, sacerdotes, pastores…..)
Muchos expertos están de acuerdo en que el incidente incestuoso, en realidad, no es un acto sexual, sino un intento de conseguir control o poder.
¿Cuándo debes confrontar?
La víctima debe identificar a las personas que ha de confrontar en su vida y hacerles llevar su parte de responsabilidad. El «cuándo» es importante, pues una confrontación prematura puede ser devastadora y contraproducente, se recomienda esperar en vez de seguir adelante sin estar preparados/as. Hay algunos requisitos imprescindibles para intentar cualquier confrontación:
1º) La víctima debe sentirse en una posición de fuerza, debe saber sin ningún tipo de duda que es totalmente inocente y libre de cualquier responsabilidad por el incidente o incidentes.
2º) La víctima debe hacer un trabajo preliminar con su propia autoestima y ganar firmeza en su vida diaria, es decir, mostrar signos de confianza en sí mismo/a, es necesario restaurar esa imagen que tienen las víctimas sobre sí mismas, aprender a canalizar esa ira interior y entender bien cada uno de los sentimientos que se han producido en nuestra vida por causa del abuso, a veces antes de confrontar al agresor familiar es necesario un periodo de separación o distancia, mientras se asume esa posición de fortaleza personal.
¿Qué debe incluir la confrontación?
Al confrontar a un agresor o a un cómplice hay que tener un plan, se puede comenzar con aclarar el propósito que tiene la conversación, seguir con la presentación de la situación del pasado y sus consecuencias en el presente y por último ofrecer el camino para resolverlo. De nuevo hacemos la salvedad de que estos son planes personales, cada caso es diferente y la forma de mantener esa conversación será personal también, pero debe incluir esos tres apartados, dejar claro que uno no quiere iniciar una guerra, sino, más bien, al contrario, contribuir a que esas situaciones del pasado dejen de interferir en la relación familiar y a ser posible reconducirla para bien, pero eso siempre queda en manos del agresor, pues si niega los hechos y toma represalias en contra de la víctima, añade a sus actos la responsabilidad de no querer solucionarlos.
¿Cómo se puede conseguir?
El «cómo» es tan importante como el «qué». Hay que empezar siempre de manera positiva, para que el agresor o el cómplice no levante sus barreras defensivas (esto se produce cuando iniciamos la conversación con ataques personales), se puede empezar con algún reconocimiento positivo sobre la persona y proseguir con el relato de los incidentes del pasado, llevando al agresor a la confrontación con sus acciones, es necesario explicar cómo se sintió la víctima en esos momentos y sus repercusiones en el presente, hacerle sentir la responsabilidad por todo ello y por último presentarle un plan para resolverlo, que debe pasar por el reconocimiento y autoinculpación del agresor sobre los hechos, decirle que «yo soy inocente por todo esto» y que nunca más se llevará la culpa por ello, aunque después ambas partes han de comprometerse a la reconstrucción de la relación, hay que indicar que eso llevará tiempo, no es algo automático.
¿Siempre funciona la confrontación?
Pues no, a veces el agresor sigue negando su responsabilidad, pero aún así, es posible que las víctimas sanen de todo ello, lo importante, como se ha dicho ya, es estar en una posición de fuerza antes de iniciar la confrontación y así estar preparados/as para lo que pueda acontecer. La confrontación valida lo que la víctima ya sabe, su curación no depende de la respuesta del agresor, uno se quita la carga que ha llevado por años y la deja a los pies del agresor, no es necesario esperar a que él la recoja para sentirse descargados ¿te das cuenta? Ya eres libre de ella.
Cuando el agresor niega la realidad, la víctima elige si quiere continuar o no la relación con éste. Es recomendable en este punto que quede claro que el rechazo, por parte del agresor, demuestra el poco interés por la reconciliación, dejando la responsabilidad sobre éste para que se produzca algún cambio en el futuro.
Se puede decir algo como » Hasta que no estés dispuesto a afrontar tu responsabilidad, no puede existir una relación», en estas circunstancias la decisión queda en manos del agresor, la víctima ya ha resuelto el asunto, pero debido a la actitud del agresor, la reconciliación es imposible.
La confrontación es un asunto individual y los resultados pueden ser tan diferentes como personas involucradas en ello. La sanidad es posible aunque la confrontación cara a cara no ocurra, solamente tardará algo más en algunos casos. Recordemos que hay métodos alternativos como escribir una carta al agresor, o la técnica de la silla, por ejemplo. A veces se puede escribir primero en papel y después confrontar personalmente.
Recuerda que la confrontación es poner los asuntos enfrente de una persona y que se debe hacer con la meta de la reconciliación. Es necesaria para poner la responsabilidad en las manos de los dueños legítimos. Espiritualmente beneficia tanto al agresor como a la víctima. Finalmente es la forma de romper la cadena del abuso. Tener presente también que hay que incluir en ella a los que se consideren cómplices, para que todo quede saldado.
Es muy importante que antes de que una víctima confronte a su agresor, ésta se encuentre en una posición de fuerza. A veces debe producirse previamente una separación del agresor. Trabajar una nueva imagen sobre uno mismo, y buscar una terapia especializada o participar en un grupo de apoyo.
Es necesario llevar un plan detallado que incluya un propósito (la restauración), detallar el incidente, así como cualquier efecto secundario sintomático del cual el agresor pueda ser responsable y el deseo expreso de un nuevo compromiso que resulte en la sanidad tanto de la víctima como del agresor.
Algunas veces las personas que confiesan haber sufrido un abuso sexual en su infancia, y llegados a este punto preguntan:
¿Algún día estaré completamente sanado?
¿Algún día disminuirá el dolor emocional?
¿Algún día podré perdonarle por lo que me ha hecho?
A todas ellas podemos responder «SI». Después de confrontar a tu agresor, habrás dado un gran paso adelante. El camino del perdón está delante de ti. Si sientes que aún no puedes transitarlo, no te preocupes, no estás solo/a.
Actividades prácticas
Si aún no has confrontado a tu agresor, escribe en un papel lo que te gustaría decirle si tuvieras la oportunidad. Acuérdate de ser específico sobre el incidente, explicar los detalles y cada uno de los efectos secundarios que te haya producido el abuso, por ejemplo, problemas sexuales dentro del matrimonio, baja autoestima, depresión, etc. Lee esa hoja de papel escrita a tu terapeuta o a alguna persona entendida de confianza. Después haz los ajustes que sean necesarios. Observa tu lenguaje corporal mientras lo haces, es importante que sea consistente con lo que estás expresando.
Adaptación del libro Puerta de Esperanza de Jan Frank, elaborado por: Mari Carmen Lara Rébola, psicóloga y superviviente.
Gracias