PASO 8 – Reconocer el perdón
Perdonar y olvidar. ¡Una meta alta! ¿O no? Un conferenciante cristiano dijo: «El desafío no es perdonar y olvidar. El verdadero honor es para aquel que tiene la capacidad de perdonar y aún recordar.»
Muchas personas tienen problemas con este tema, a menudo se aconseja, con buena intención, que al perdonar de verdad ocurre una sanidad instantánea de las emociones, como no siempre es el caso (más bien lo raro es que así suceda) cuando no se evidencia el cambio se suele poner la responsabilidad sobre la persona herida, de manera que para el ofendido es entrar en una especie de círculo vicioso «tengo que perdonar para sentirme mejor, no me siento bien porque no lo hago correctamente, me vuelvo a sentir mal…»
El perdón, como muchas otras áreas de nuestra vida, es un proceso. Algunas personas son capaces de perdonar verdadera y totalmente a su cónyuge por una frase desagradable un minuto después de que lo haya dicho, mientras que otros requieren un poco más de tiempo. Mientras más profunda sea la herida sufrida, más tiempo requerirá el proceso de perdón. Esto no quiere decir que tenemos permiso para mantener la ira, el resentimiento o la amargura, sino que necesitamos más tiempo para resolver las emociones que experimentamos. Cada persona evoluciona y se recupera a su ritmo personal.
Asuntos de familia
El asunto se vuelve más delicado cuando agresor y víctima se encuentran dentro de la misma familia. Sólo iniciar el proceso que estamos considerando será un tema de conflicto en la mayoría de los casos, por lo general las personas no reaccionan bien cuando se las confronta con sus malas acciones, en un caso de abuso esto se potencia, por las connotaciones negativas que de por sí conlleva un asunto así y porque, evidentemente, la persona no lo va a admitir a la primera. Todo ello puede provocar rupturas dentro de la familia, posicionamientos de uno u otro lado, etc. Situaciones que habrá que tratar con mucho tacto pero con toda sinceridad, como estamos aprendiendo a lo largo de los diferentes pasos, cada uno deberá asumir la responsabilidad que le corresponda.
El objetivo en estos casos, siempre que se pueda, será restablecer una relación armónica, si ello no es posible porque el agresor se niega a reconocer los hechos, no estamos obligados a mantener una relación con esa persona, según los casos se tomarán las decisiones que correspondan, en esta parte nos ayudará mucho la visión de personas objetivas y entendidas, que estén cercanas para que valoren todos los factores de manera imparcial.
En asuntos familiares la meta debería ser unir a la familia, no dividirla. Habrá que mostrar en algunos casos una cierta dosis de compasión y empatía, si aprendemos a dar antes que a recibir nos podrá sorprender, a menudo, el resultado de nuestras acciones en este sentido, pero como estamos repitiendo muchas veces, dependerá del caso en cuestión y de cómo se vaya resolviendo. La prudencia debe ir siempre por delante.
El perdón hemos de entenderlo como un proceso SIEMPRE, podríamos subdivirlo en cuatro pasos o etapas:
Primero, tengo que reconocer y/o confesar el dolor.
Segundo, tengo que ceder mi derecho a aferrarme a la amargura, a la ira y al resentimiento.
Tercero, debo desear una restauración y, si es posible, una reconciliación.
Cuarto, debo invitar al agresor/ofensor a reconstruir la relación por medio de mi expresión de amor y aceptación. (todo esto lo vamos a ir matizando)
Vamos a ilustrarlo con una experiencia cercana a todos, como es la visita a un dentista por un problema de muelas. Hay personas que tienen dificultades a la hora de salirles las muelas del juicio, en algunas circunstancias pueden montarse sobre las anteriores y requieren cirugía. El cirujano maxilo-facial tiene que remover y facilitar que se reubiquen en el lugar correspondiente. Todo ello provocará durante varios días algunas molestias como dolor, hinchazón y dificultades a la hora de comer, si al cabo de un tiempo no pasan estos síntomas puede ser necesario una visita al dentista de nuevo. En ocasiones se forma lo que se llama «una bolsa de aire», un coágulo de sangre es desalojado de su lugar durante la operación y el hueso queda expuesto, sobre él se forma una capa de piel que tapa de manera prematura la herida. Exteriormente da la impresión de que se «ha curado», pero debajo se ha formado una capa de sangre seca y partículas de comida que pueden haber provocado una infección, causa del dolor y molestias prolongadas. Así que hay que volver al dentista y abrir de nuevo la herida para limpiarla y pasar por un proceso doloroso durante algunos días más.
Tal y como se ha descrito, esa puede ser la experiencia que a veces tenemos con el tema del perdón. En los casos de abuso (también en otras ofensas que hayan dejado una huella profunda de dolor), la herida se ha incrustado profundamente, a lo mejor hemos hecho un esfuerzo personal por llegar a esa profundidad pero se nos ha quedado algún «residuo» y lo hemos tapado todo con una bonita capa de perdón superficial. No nos hemos tomado el tiempo necesario para «extraer» las emociones y heridas asociadas al incidente. Como resultado desarrollaremos una «bolsa de aire» en nuestra vida. Presentaremos síntomas de una herida no curada, así que tendremos que reabrir esa herida y limpiar bien la zona para quitar lo que está provocando la «infección» de nuestra alma, lo cual nos llevará de nuevo, por un largo y doloroso proceso.
Karen Burton Maines, hablando sobre las mentiras en un seminario dijo: «Las ficciones que nos creamos a menudo impiden nuestro crecimiento» ¿Es ese tu caso?¿Has creado alguna ficción sobre tu idea de perdón?¿Has aplicado una capa de perdón superficial sobre tu «herida»? Recuerda que puede que se haya formado una «bolsa de aire» que más tarde haya que curar con el consiguiente dolor, hasta que no estés dispuesto a limpiar profundamente la recuperación completa no será posible.
A veces cuesta mucho perdonar, porque no se entiende que el perdón es un proceso, hay una mala interpretación de este concepto. A menudo creemos que perdonar es como decirle al ofensor » Lo que has hecho es correcto, no pasa nada», pero nada más lejos de la realidad, perdonar no es condonar o justificar la ofensa, es ceder nuestro derecho a aferrarnos, como decíamos antes, a la ira, a la amargura y al resentimiento, pues a quien finalmente hacen daño es a la víctima, al ofendido.
Adaptación del libro Puerta de Esperanza de Jan Frank, elaborado por: Mari Carmen Lara Rébola, psicóloga y superviviente.