PASO 4 – Estableciendo la responsabilidad

Dibujo de Ivanesky
Una de las principales dificultades que tienen las víctimas de abuso sexual es el establecimiento de la responsabilidad en este tema, ya que como he mencionado en otra parte, la víctima se considera culpable y copartícipe junto al agresor en el acto de abuso. La siguiente declaración puede ser algo atrevida, pero contiene una gran verdad:
Una víctima infantil es completamente inocente y libre de cualquier responsabilidad, el agresor siempre es el único responsable.
La sociedad en la que vivimos nos ha hecho creer, especialmente en el caso de las niñas, que pueden presentarse como «seductoras» ante el agresor, de manera que reciben lo que se merecen, o lo que «están pidiendo». Esto es una locura. Hay pocas posibilidades de que anden niñas pequeñas de esa manera, pero aún si las hubiera, el adulto siempre será responsable de su conducta. La experiencia sí nos dice, que una niña que tenga o manifieste conductas sexuales precoces por lo general ha podido ser ya una víctima de abuso.
¿Por qué puede sentirse un niño/a culpable en una situación de abuso?
Cuando un menor sufre algún tipo de abuso sexual se produce un despertar de su sistema sexual de manera anticipada, lo cual le causa una gran confusión, malos entendidos sobre el tema y en algunos casos un desequilibrio en la identidad sexual, se encuentra obligado a enfrentarse con emociones y respuestas fisiológicas que están preparadas para algunos años posteriores, de ahí que en la adolescencia algunos jóvenes víctimas de abuso en la infancia presenten dificultades en el área sexual, especialmente de identidad.Muchas víctimas buscan cualquier salida para poder justificar al agresor de su conducta. Habrá un momento, posteriormente, para que tanto la compasión como la comprensión lleguen a ser parte de la resolución total del abuso, pero en estas primeras etapas no hay que racionalizar ni quitar la responsabilidad del ofensor.
Temor de pérdida.
Otra dificultad para que una víctima establezca la responsabilidad es el temor a perder relaciones personales que le son valiosas y/o necesarias. En algunos casos la víctima no tiene ningún deseo de mantener esa relación con el agresor. Sin embargo, otras lo tienen formando parte de su propia familia (un padre, madre, tío, hermano…) y la lealtad a esa familia les impide establecer la responsabilidad debida. Esta situación les lleva a sentirse entre la espada y la pared. Se sienten culpables por no contarlo a sus padres, profesores o alguien con autoridad, temen ser culpables de que se rompa esa unidad familiar.
Cómplices
Es necesario, ahora, tomar un tiempo para hablar de otros responsables en el hecho del abuso, me refiero no al agresor, sino a cualquiera que sin ser participante directo del abuso puede tener conocimiento de éste o ve señales que apunten a ello, estas personas son los que llamamos cómplices. En la mayoría de casos de incesto entre padres e hijos, incluyendo la figura del padrastro o cualquier hombre que asuma el papel paterno en un hogar, la madre comparte una parte de la responsabilidad y, por tanto, es cómplice. Esta parte es variable y depende del caso en cuestión. A veces cuando las madres juegan ese papel de corresponsables en el incesto, los hijos pueden acumular una ira secreta hacia la madre, no entiende porque no le protege de lo que está pasando, pero aún así es su figura de apoyo y no quiere perderla, es después de muchos años que a lo mejor se hace patente esa emoción contraria. En algunas ocasiones la madre puede estar sufriendo, igualmente, algún tipo de abuso o maltrato emocional o físico. Otras madres simplemente saben lo que sucede y dejan que siga pasando por multitud de cuestiones (p.ej. mientras se desahoga sexualmente con el hijo/a la deja a ella tranquila)
La negación de la realidad por parte de la familia.
En algunas ocasiones, cuando la familia tiene conocimiento de que se está dando o se ha dado una situación de abuso dentro de la familia, se escoge el camino de la negación del asunto y se pasa a una etapa de «fingimiento», se actúa como si no hubiese pasado nada y no se menciona para nada el incidente. Normalmente se atraviesan una serie de fases cuando se llega a entender que «algo» está pasando en el seno familiar. Abajo tenemos una serie de figuras en las que vamos a explicar estas fases.
Figura 1. La familia se mantiene en la esfera de negación, cada parte sabe lo que ha ocurrido, pero sigue actuando como si nada. Tanto el agresor, como la víctima, como los cómplices, si los hay, están todos dentro de esta negación.
Figura 2. La víctima comienza a afrontar lo ocurrido y se va instalando en la esfera de la realidad, sin embargo, el resto de la familia puede seguir negando el suceso.
Figura 3. En esta situación la madre se constituye en un puente entre el agresor y la víctima. Cuando está con el agresor niega el abuso o lo silencia, cuando está con la víctima lo asume pero con reticencias y tratando de que el agresor quede justificado.
Figura 4. En la fase final y para que la restauración familiar se dé tendrán que asumir todos el hecho e instalarse dentro de la esfera de la realidad, con la disposición de trabajar lo que ha ocurrido de manera individual y familiar.
El paso desde negar hasta aceptar la realidad se logra a través de una confrontación, de esto hablaremos más adelante, pero quiero dejar una cosa muy clara, aún en el caso de que el resto de la familia siguiera negando los hechos, la víctima puede alcanzar la restauración completa.
Otros cómplices.
Hemos hablado sobre todo del papel de las madres en este aspecto, pero ¿a quién más podemos considerar cómplices en una situación de abuso sexual? Algunos niños/as han sido forzados sexualmente por hermanos, tíos y abuelos. Hay muchos factores que pueden contribuir al inicio de estas relaciones. En el caso de incesto cometido por un hermano se suele dar anteriormente en la familia una ruptura en el papel que han de desempeñar los padres, convirtiéndose éstos en cómplices del incesto. Frecuentemente los padres están aislados uno del otro y ambos de los hijos, no toman tiempo para comunicarse con sus hijos, de manera que no observan la conducta de ellos y apenas les conocen como individuos. A menudo encuentran incómodo hablar sobre ningún tema de naturaleza sexual. Es un tema tabú en casa. En otras ocasiones los padres pueden ser muy rígidos y protectores, excesivamente «religiosos», intentan proteger a sus hijos de todo (desde anuncios de TV hasta ciertos tipos de comidas…), llevan la protección y el cuidado de los hijos a los extremos, creando un aislamiento que puede fomentar una atmósfera incestuosa.
Esos tipos de familias, descritos anteriormente se denominan «sistemas cerrados», no están abiertos a las relaciones con el mundo exterior, creen que lo único adecuado y socialmente aceptable es lo que sucede en casa, por lo que es muy difícil que puedan darse cuenta de lo que ocurre en caso de incesto, es más, si llega a suceder y la víctima lo denuncia, en muy pocos casos llegan a ser creídos. Con frecuencia, los abusos sexuales ocurren porque los padres y otros adultos responsables no ven las señales de aviso en la vida de los menores.
En todos estos casos las víctimas pueden considerar cómplices del abuso a todas estas personas que convivían con ellos o estaban tan cerca que pudieron darse cuenta de lo que sucedía, y en muchos casos puede ser realmente así, hay que considerar cada situación en particular. Los niños en estas situaciones piensan, a veces, que sus padres deberían saber y deberían haberlos protegidos, es decir, les consideran hasta cierto punto responsables.
Minimizar la experiencia de abuso.
Ya hemos comentado que al sentirse la víctima culpable del incidente y por temor a perder una relación valiosa, en algunas ocasiones está impedida para establecer responsabilidades sobre lo sucedido. Hay otro asunto importante y es cuando la víctima en esa imposibilidad trata de minimizar o negar incluso el abuso. Al minimizarlo o negarlo, la víctima quita importancia del evento para liberarse a sí misma y a su agresor, ocurre sobre todo en casos de incesto cometidos por hermanos con edades cercanas, justifican el hecho como «juego» o «curiosidad de niños». Es cierto que los niños/as pequeños desean «explorar» todo lo relativo a la conducta sexual, es una parte de su desarrollo y crecimiento normal, pero cuando el menor se siente obligado, usado o impotente ya no hay «experimento infantil», si no tiene elección por causa de coacción física, psicológica o emocional, el experimento se ha convertido en un abuso sexual.
El objetivo que se persigue al establecer la responsabilidad no es echar la culpa en todas las direcciones para dar a la víctima una «pizarra en blanco», es, únicamente, poner la responsabilidad donde pertenece. Una vez que la víctima establece con claridad la responsabilidad de lo que ocurrió en el pasado (agresor principal y cómplices), puede avanzar para asumir la responsabilidad de una manera realista en su propia vida hoy, sin echar la culpa de lo que sucede en el presente a los errores y responsabilidades del pasado. Un reparto justo de la responsabilidad es un componente imprescindible en la futura integridad de la víctima y en la restauración de la familia.
Voy a usar, nuevamente, una analogía entre la agricultura y la víctima de abuso sexual. El procedimiento de arar. Imagina una tierra desértica, quemada por el sol. Nada crece allí. Es inútil. La tierra se ha endurecido. Hay grietas en algunas áreas. A causa de su condición, es imposible excavarla sin usar máquinas especiales. El proceso de arar es desarraigar y remover la tierra. Requiere tiempo. Aún después de labrar la tierra y plantar alguna semilla, tendrá que pasar un tiempo antes que comience a salir un brote.
En la vida de una víctima de abuso sucede lo mismo. Hay áreas de su vida que están desoladas. Hay que «arrancar, desarraigar» algunas cosas del pasado, será doloroso. Algún especialista en temas de abuso sexual puede intervenir como «máquina especializada» y se comienza el proceso de «remover la tierra». Se comienzan a «plantar semillas» en esa tierra desolada, y al cabo de un tiempo comenzará a verse un hermoso jardín.
Hemos visto en este paso las cuestiones que pueden impedir a una víctima establecer la responsabilidad: culpabilidad falsa, temor a perder relaciones valiosas y minimizar la importancia del incidente o del agresor.
Cuando seas capaz de establecer la responsabilidad de tus ofensores, la puerta que te ha mantenido cautivo/a durante años empezará a abrirse poquito a poco. Es el umbral a tu libertad y a una vida provechosa.
Busca una foto de aquellos años de tu infancia en que sucedieron los hechos y mientras la miras hazte las siguientes preguntas:
¿Realmente podría haber sido responsable por lo que me ocurrió a esa edad?
¿Cómo vivió el niño/a de la foto aquello que estaba sucediendo?
¿Puedes como adulto/a empezar a «liberar » a ese niño/a de la responsabilidad del incidente?
Adaptación del libro Puerta de Esperanza de Jan Frank, Elaborado por: Mari Carmen Lara Rébola, psicóloga y superviviente.